Fernando
Pessoa es el poeta de las máscaras. A lo largo de toda su obra la personalidad de
Pessoa se desdobla en diferentes vías y autores, dando una muestra de su
profunda creatividad literaria . Será curioso recordar que la palabra
pessoa conlleva en sí el simbolismo del desbordamiento ficticio, el de
asumir plenamente un personaje; recordemos que la palabra pessoa (persona)
surge de las máscaras del teatro de los actores clásicos, representativas de un
personaje, origen etimológico de pessoa.
Fernando Antonio Nogueira Pessoa nació el 13 de junio de 1888 en el
cuarto piso de un edificio en la calle Largo de Sao Carlo a las tres de la
tarde. A los cinco años queda huérfano de padre. En 1896 su familia se muda a
Burban, Sudáfrica en donde viviría 10 años de su vida. Allí curso sus estudios
en inglés, lengua en la que también escribió ensayos y poesías. Regresó a
Portugal en 1907 y se inscribió en el curso superior de Letras en Lisboa.
Trabajó como traductor y redactor de cartas en una empresa llamada Comércio. Poco después abandona sus
estudios. En la década del ‘10 y parte de la del ’20 se involucra en varios
proyectos de revistas literarias y de arte en las que empieza a publicar sus
versos y ensayos sobre estética. Participo en la introducción a Portugal de las
vanguardias artísticas, como el futurismo y el paulismo; medianamente desconocido
en el ambiente de las letras participó sin mucho éxito en un concurso
literario, y en algún momento de su vida intentó dar clases en la universidad,
sin llegar a conseguirlo. Murió el 30 de Noviembre de 1935 de un cólico
hepático en el hospital de São Luís, Lisboa.
Los personajes dentro de Pessoa son muchos,
encontramos tanto pseudónimos, semi-heterónimos y heterónimos. Los primeros no
son más que escritos del mismo Pessoa bajo otro nombre, pero que demuestran un
estilo exactamente igual. Entre estos podemos encontrar a:
La
segunda categoría es más compleja, Octavio Paz[1]
nos dice que la obra heteronímica es la
del autor fuera de su persona. Es decir, el mismo Pessoa creó, por necesidad,
una serie de personajes que fueron posibilidades de lo que él no pudo ser, cada
uno con una obra diferente y hasta contradictoria de él mismo. “No es un
inventor de personajes-poetas, sino un creador de
obras-de-poetas................él mismo se convierte en una de las obras de su
poética”[2].
Una definición más completa de lo que significa la obra heterónima es la
siguiente: “La heteronimia, pues, implica un ejercicio extremo de abstracción,
de despersonalización : crear una mentalidad, una personalidad y una
sensibilidad idealmente distinta de la propia y, sobre esa base, una obra de
arte”[3]
Se
dice que hay semi-heterónimos y heterónimos porque los primeros no están
completamente desligados de Pessoa, sino que tienen aún características y
estilos que indican la relación. Son los ejemplos de:
Todos estos semi-heterónimos
escribieron cuentos, ensayos y poesías, pero la obra que más peso tiene, con
referencia a los heterónimos, es la que se encuentra en Alberto Caerio, Álvaro
de Campos y Ricardo Reis.
Me
niego a pensar que el caso de heteronimia Pessoa se trate de un autor que
invente personajes por simple juego. El mismo era conciente de sus creaciones,
tal y como lo escribió en una carta a un amigo titulada “A gênese dos
heterônimos” en la que encontramos pistas acerca del por qué. Y aún más si
consideramos que dedicó gran parte de su vida a estos personajes; el ejemplo
claro está en que cada uno de ellos tiene una biografía, obras publicadas,
cartas, manifiestos mandados a periódicos, correspondencia con otros
escritores, etc.
Una pequeña
“biografía” de cada uno de los personajes nos dará un claro ejemplo de los
anterior:
Ricardo
Reis: Nació el 19 de
septiembre de 1887 en Lisboa a las 4:05 de la tarde. De piel moreno mate y 1.70
mts. aproximadamente. Médico de profesión, monárquico, hecho que lo llevó a
vivir emigrado algunos años en Brasil, educado en un colegio de jesuitas.
Recibió una formación clásica y latinista y fue influenciado de principios
conservadores. Domina la forma de los poetas latinos y proclama la disciplina
en la construcción poética. Ricardo Reis es marcado por una profunda
simplicidad de la concepción de la vida, por una inmensa serenidad en la
aceptación de la relatividad de todas las cosas.
Alberto
Caerio: Nació en abril de
1889 en Lisboa y vivió la mayor parte de su vida en una quinta en el Ribatejo,
donde conocería a Alvaro de Campos. Es
el maestro, en torno al cual se determinan los otros heterónimos (el
mismo Pessoa lo reconoce diciendo que nació en él su maestro[4]
). Su educación se limitó a la instrucción primaria, lo que combina con su
simplicidad y naturalidad que reclama para sí mismo. Rubio, de ojos azules,
estatura media, un poco más bajo que Ricardo Reis, está dotado de una
apariencia muy diferente a la de los otros heterónimos. También es frágil,
aunque no lo aparenta mucho, y murió, precozmente (tuberculosis), en 1915.
Obras: O guardador de rebanhos, O pastor amoroso, Poemas inconjuntos.
Álvaro
de Campos: Nació el 15 de
octubre 1890 en Tavira . Se formó en Glasgow, en ingeniería naval. 1.75 mts. de
estatura, delgado, con tendencia a curvarse al caminar, entre blanco y moreno,
con rasgos de judío portugués, cabello corto y monóculo[5].
Conoció
a Alberto Caerio, del cual se volvió su discípulo, aunque también fue partícipe
de otras corrientes como el futurismo y el sensacionsmo. Es el personaje más
reactivo, lleno de sensaciones y furia,
así lo demuestran sus poemas Opiario y Oda triunfal.
Como
ya había dicho anteriormente, la obra de estos cuatro (contando a Pessoa)
personajes es totalmente diferente, mejor dicho, se oponen entre sí. Caerio cae
dentro de una corriente pagana, no cree en filosofías ni en metafísicas ni en
religiones. Para él no hay secretos ocultos en las cosas “el poeta inocente no
necesita nombrar las cosas; sus palabras son árboles, arañas, lagartijas. No
esas arañas que veo, sino estas que digo[6]”.
Es
la contraposición del mismo Pessoa. Cabe recordar que la personalidad de Pessoa
era la de un ser retraido, tímido y solitario por naturaleza; una persona
sumamente inteligente, lleno de teorías, tendencias, influencias, a la que le
fue difícil separar el sentir del pensar; un especie de autismo le impidió acercarse a la “vida de facto” y
refugiarse en la “vida especulativa”[7].
Al proponer una doctrina natural y simple, Caerio es la representación de la
inacción de Pessoa, anulando cualquier doctrina e interpretación, dejando la
realidad desnuda.
Con
la anterior explicación y una lectura de las obras de cualquiera de estos
personajes podemos encontrar que la obra de Ricardo Reis es muy diferente a la
de Alberto Caerio, por poner un ejemplo; son independientes, piensan diferente.
[8]Cada uno de nosotros es quien es, pero
aquel que en nosotros hace es otro. Fernando Pessoa lo supo mejor que ninguno,
y los heterónimos, más que “drama en gente”, son cada uno de ellos, la
expresión individualizante de un contenido plural que se tornó singular en su
hacerse, un ser que es diferente porque diferente fue su hacer.
Puesta la cuestión en estos términos, sería
fascinante leer a Ricardo Reis como Ricardo Reis, y no como Fernando Pessoa. Y
lo mismo con Álvaro de Campos. O Alberto Caerio. O Bernardo Soares. Y todos los
esbozados e inacabados heterónimos...[9]
El
problema sobre la existencia de los heterónimos de Pessoa tiene una singular
posición dentro de la definición de función-autor que nos ofrece Michel
Foucault, “la función autor es [...] característica del modo de existencia,
circulación y funcionamiento de ciertos discursos en el interior de una
sociedad”[10].
Es
evidente que el caso Pessoa se escapa de los modos de existencia, circulación y
funcionamiento que prevalecían en Europa a principios del siglo XX. No entra en
los parámetros que definían ese periodo. Es cierto que a fines del silo XIX y
principios del XX se acontecen en Europa revoluciones culturales y artísticas
que rompen con las tradiciones y establecen un nuevo orden. Cabe pensar en la
importancia que tuvo Comte y el positivismo, las teorías sociales de Marx, el advenimiento de las vanguardias estéticas,
sobre todo en Francia, que renuevan o ponen entre paréntesis a las tradiciones,
y toda una serie de factores que determinan, hasta cierto punto, la vida y
desarrollo de la sociedad[11].
Chartier
nos dice que la “función-autor es el resultado de operaciones específicas y
complejas que refieren la inscripción histórica, la unidad y la coherencia de
una obra a la identidad de un sujeto construido”.[12]
El pequeño problema aquí es el sujeto construido. ¿hay realmente un
sujeto construido en Pessoa o son diferentes personajes que viven y construyen
toda una obra?.
Recordemos
todas las colaboraciones y publicaciones que fueron firmadas por pseudónimos y
heterónimos; a lo largo de su vida siempre estuvo presente un personaje que le
hablaba o dictaba; siempre una máscara
ocultando un rostro que, tal vez, no existía sin ella:
Hice
de mí lo que no supe,
Y
lo que pude hacer de mí no lo hice,
Vestí
un traje equivocado.
Me
tomaron enseguida por quien no era y no lo desmentí y me perdí.
Cuando
quise arrancarme la máscara,
Estaba
pegada a la cara.
Cuando
la arrojé y me vi en el espejo,
Ya
había envejecido.[13]
No
estoy poniendo en duda el hecho biológico de la existencia de Pessoa y la
inexistencia, también biológica, de sus heterónimos. Eso es algo obvio. Me
interesa resaltar la independencia de cada uno de sus personajes, y del mismo
Pessoa, al grado de que se les pueda denominar también autores a cada uno de
ellos. Las características las tienen. Pero difícilmente podremos encontrar un
texto de, digamos, Bernardo Soares sin el nombre encima o aun lado del de
Pessoa. El vínculo entre ellos no deja “decir” al texto del primero y el peso
del segundo opaca al personaje-autor.
La propuesta es algo descabellada desde el punto de vista bibliográfico, pues
causaría conflictos al momento de elaborar una bibliografía tomando en cuenta
la independencia de cada uno de los heterónimos de su creador, o cuando se
quisiese hacer una bibliografía de Pessoa. Pero desde otro punto de vista sería
enriquecedor conocer la obra de un heterónimo sin saber siquiera quién fue
Fernando Pessoa. ¿Acaso no sería perpetuar la obra de Pessoa dándoles la
categoría de autor a sus personajes?
La heteronimia en Pessoa es la exageración
de la vida como literatura. No es que la literatura exista aparte de la
realidad, ya queda dicho que eso sería como el fracaso total, el silencio; sino
que la realidad no existe más que a través de la literatura. La heteronimia es
la negación del yo empírico, pero también es su extensión. Esta es la paradoja
que afirma el ser alienado de la modernidad, en palabras de Fernando Pessoa: fingir
é conhecer-se[14].
Fernando Pessoa
llevó a cabo su obra en su vida. La creo, multiplicó, vivió, sufrió y
enriqueció. Sigue siendo el eje de su “drama en gente”, el sol que ilumina cada
una de sus creaciones. Que cada uno de ellos tenga lecturas independientes es
justo. Que la Bibliografía no los reconozca por efectos de organización es
entendible. El actuar de Pessoa pone en duda su misma identidad, o mas bien
está en su continua búsqueda. Sólo queda una pregunta entonces, ¿quién fue
Fernando Pessoa?
Hay
vértigo en este juego. Las máscaras se miran sabiéndose máscaras. Usan un mirar
que no les pertenece, y ese mirar que ve, no se ve. Colocamos en el rostro una
máscara y somos otro a los ojos de quien nos mira. Pero de súbito descubrimos,
aterrados, que, por atrás de la máscara,
que al final no podremos ser, no sabemos quién somos. Está por tanto
saber quién es Fernando Pessoa[15].
El autor personal
es, en términos bibliográficos, la persona responsable del contenido
intelectual de una obra. Pero, ¿se pone en juego la autoría personal cuando un
autor dice que nació en él mismo su maestro?. El caso no tienen resonancia en
los catálogos de las bibliotecas actuales. Una simple referencia que remite de
Alberto Caerio, Álvaro de Campos, Ricardo Reis, etc. a Fernando Pessoa y el
problema está resuelto. Casi, diría yo, puesto que ninguno de estos personajes es
Fernando Pessoa. La frase de Rimbaud, yo
es otro, cobra sentido al mismo tiempo que la figura de autor personal, en
Pessoa, ya no resulta tan clara. No se pude olvidar la diferencia, ni siquiera
en un catálogo o en una bibliografía.
(Quiero de los dioses...)
Quiero e los dioses sólo que no me olviden.
Seré libre – sin dicha ni desdicha.
Como el viento que es la vida
Del aire que no es nada.
El odio y el amor iguales nos buscan;
ambos,
Cada uno con su modo, nos oprimen.
A quien los dioses conceden
Nada, tienen libertad.
[1] PAZ, Octavio. Fernando Pessoa : Antología. Universidad Nacional Autónoma de México : México, 1962. p. 22
[2] ibidem
[3] ORDÓÑEZ, Andrés. Fernando Pessoa, un místico sin fe: una aproximación al pensamiento heteronímico. México : Siglo XXI, 1991. p. 15.
[4] ORDÓÑEZ, Juan Andrés y ESCALANTE, Evodio. 1888 : Fernando Pessoa-Ramón López Velarde : antología conmemorativa. México : Universidad Autónoma Metropolitana, 1988. p. 173
[5] KUJAWSKY, Gilberto de Mello. Fernando Pessoa, o outro. Brasil : Vozes, 1979. p 54-55.
[6] PAZ,
Octavio. Op. cit. p. 26
[7] Cfr.
KUJAWSKY, Gilberto de Mello. Op. cit. pp. 59-63
[8] El original de este texto se encuentra en portugués.
[9] SARAMAGO, José. As mascaras que se olham [en línea] disponible en http://www.cfh.ufsc.br/~magno/frames.html
accesado el 10 de septimbre de 2002.
[10] CHARTIER,
Roger. El orden de los libros: lectores, autores, bibliotecas de Europa
entre los siglos XIV y XVIII. Barcelona : Gedisa, 1996. p. 44
[11]
Cfr.ORDÓÑEZ, Andrés. Op. cit.
p. 40-48
[12] CHARTIER, Roger. Op. cit. p.44
[13] PESSOA, Fernando. Poemas (Antología). México : letras vivas, 1998. p. 153
[14] ORDÓÑEZ,
Andrés. Op. cit. p.39
[15] SARAMAGO, José. Op. cit.